de
esas que hay en los pueblos,
con
campanar un reloj
y
fuentecita en el centro.
Rodeada
de casonas
con
los balcones abiertos,
y
macetas de geranios
que
bailaban con el viento.
Por
la mañana olía a pan,
cocido
a leña bien hecho,
por
la tarde a los naranjos
que
había plantados al centro.
El
sol cruzaba muy alto
por
el azul de su cielo,
mientras
se oían cigarras
y
a la sombra dormía un perro.
Mi
abuelo siempre decía
que
le llamaban Lorenzo,
iba
siguiendo a la luna
y
dormía tras del cerro.
Las
calles tenían historias
que
nos contaban los viejos,
mientras
mirábamos estrellas
y
ellos tomaban el fresco.
Pablito
tenia pelota,
el
Andrés pillo un murciélago,
Carlos
y Gabriel bicicletas,
tu,
cometa y ojos negros.
Por
los álamos del río
alegre
sonaba el viento,
mientras
buscábamos nidos
y
el reloj marcaba el tiempo.
Tú regresaste a Madrid,
yo me quede en mi pueblo,
hasta
el verano siguiente
soñé
con tus ojos tiernos.
Hoy
he cruzado la plaza
pequeñita
de mi pueblo,
en
la fuente juega un niño
que
tiene tus ojos negros.
Antonio Villegas Martín
Precioso, Antonio.
ResponderEliminarGracias Rosario por pasarte por mi blog
EliminarDulce, entrañable y evocador... Precioso poema, Antonio.
ResponderEliminarGracias Alma es todo un honor que leas mis poemas.
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