Romance de Luz de Luna.
Fue una tarde de abril,
la noche casi ya entrada,
Yo pasaba por aquí,
la Manolita ya estaba,
como una fuente rayando,
siempre el agua más clara.
¡Verde que te quiero Verde!
Por el pasillo sonaba,
era María Barranquero
poeta de Vélez Málaga,
recitando a Federico,
el poeta de Granada.
¡Verde que te quiero Verde!
Verde viento verdes ramas,
Cuando miré para el cielo,
por el patio en la terraza.
¡La Luna estaba encantada!
escuchando tras las nubes,
los versos de su poeta,
que María recitaba.
¡También estaba Manuel!
¡andaluz!,
que desde Jaén llegara.
Lo supe porque eran de olivos
los versos, que de su pecho brotaban.
Y esa tierra en su mirar,
¡esa a la que Miguel Hernández
con orgullo le cantara!
¡Luego!
María Ortega recitó,
el poema de una nana,
pidiéndole a la Luna,
que bajara a la ventana.
Y la Luna se asomó,
con su cara plateada,
quería ver con sus ojos la ternura,
que aquella voz denotaba.
¡Ay! ¡Verde que te quiero Verde,
verde viento verdes ramas!
¡Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos!
¡Ay! Nana nanita nana.
¡Ay! Nana nanita eaaaa¡
La Luna tiene un romance,
los viernes en la azotea,
con los poetas de luna,
los que por ella desvelan.
Los luceros de la noche,
que salen siempre con ella,
ahora andan comentando;
¡Que si se pone aureola!
¡Que si con nubes tocada!
¿A donde irá la Lunita.
los vienes tan arreglada?
La Luna que los escucha,
más se perfuma y engalana,
para salir al encuentro
con poetas de su bandada.
Ahora ya son muchos más,
Llegados de toda España.
¡Hay músicos que le tocan!
¡trovadores que le cantan!
¡actores que interpretan,
las más ingeniosas tramas!
Hay, profesores que enseñan
el arte de la palabra.
Con el desdén generoso,
que su cultura les marca.
¡Y como yo!
cazadores de esperanza
que mira, ríen y cantan.
Mientras por dentro,
Su pequeño corazón
de alegría les danza.
Sabedores de que nunca
la soledad les alcanza,
por estar dentro de un grupo
donde es la amistad la que manda.
Poetas de Luz de Luna
los que aúllan a la Luna
cuando la Luna los llama.
¡Si quieres ver a la Luna
asomarse a tú ventana!
Tendrás que soñar historias.
De sol, flores y mañanas.
¡Historias que por el día,
rondan la mente y el alma!
La Luna no puede verlas,
si tú decides contarlas,
¡Ella!
bajará para escucharlas.
Antonio Villegas Martín.
