Nadie me dijo nunca,
¡qué la quisiera!
Ni sabia, de sus cumbres,
de sus laderas.
De la luz que en sus fuentes,
el agua lleva.
Del calor de sus gentes,
de sus maneras.
Porque siendo muy niño,
¡ me fui de ella!
Me pregunto, el cómo,
de que manera.
Tengo el alma mordida
por esa tierra.
Como voz de una madre
que dentro suena.
Mi pecho se emociona,
si hablan de ella.
Y es que igual que una madre,
la tierra deja.
Su impronta en tus genes,
en tus maneras.
Memoria de tus gentes,
de sus raíces,
de lo que eran.
Legado de esa tierra,
donde viste,
la luz primera.
¡Tengo el alma mordida! de
amor,
a una tierra.
Muchos hombres y mujeres,
Soñaron en ella.
¡Fue en un pueblo
pequeño,
dónde naciera!
En mis genes su historia,
¡ me atan a ella!
Antonio Villegas Martín
Todas las poesías que leo son preciosas, cada una de ellas deja una bonita imprenta. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Loli por este comentario tan bonito. Tu poesía tan poco deja indiferente a nadie y también tocas nuestras fibras más sensibles .
ResponderEliminarReal, compañero, la madre y la tierra, que nadie compita el amor por ellas.
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