domingo, 25 de agosto de 2024

PERICO EL BORRICO DE MI ABUELO

 

Cuento de Antonio Villegas.

Con Ilustraciones de Judith Villegas(de nueve años)


¡Acércate aquí Antoñico! Me decía mi abuelo Juan ¡Acércate, hijo mío! Que antes de que se me olvide una historia te quiero contar, que las cosas que no se cuentan en el olvido quedarán, y hay historias en la vida que conviene recordar.

Y una sonrisa alegre iluminaba su dulce cara arrugada.

Mi abuela, siempre exclamaba,

¡¡Haber este hombre, por donde hoy nos saldrá!!

Eran los tiempos del hambre, mucho trabajo y poco pan, recién pasada la guerra, de esos tiempos es la historia que te quiero contar.

(Cuando mi abuelo me contaba historias a la fresca, o frente al calor del hogar lentamente y poco a poco también ha escucharlo se acercaban, todos los que andaban por allá.)

Yo tuve un burro pequeño, un excelente animal se lo compré a unos gitanos por 100 perras gordas y un real, y media cuartilla de vino que nos tomamos, ¡para  aquel trato cerrar!

Un buen precio en unos tiempos en que no sobraba de nada.

Perico era su gracia,   así que le puse de nombre al animal.

Cara dulce y picarona, buena estampa y buen trotar, trabajador como él solo, dos veces su peso y más, era capaz de llevar. Nunca rechazó una carga, ni dio un mordisco, ni una patada, en su grupa cabalgaron chiquillos y mozas de todo el lugar.

Era alegre y juguetón, presumido como el no más todas las burras se pavoneaban, cuando a Perico veían pasar, y me costa que alguna yegua por  él llegó a relinchar.

Con él corrí la solana con ventisca y vendaval y más de una noche pasamos en el monte, bajo el cielo, los dos juntos en soledad. Más que mi burro, fue amigo.

¡Perico noble animal!

En ese punto mi abuelo siempre tenía, una sorpresa guardada que si un puñado de almendras, de avellanas, o cualquier otra cosa, en el bolsillo amagada, y para él, un buen trago de vino para aclarar la garganta y poder continuar.




Pero como antes te dije, Antoñico, eran tiempos de mucho trabajo y poco pan, la comida escaseaba para las personas y mucho más para un animal, solo comían las cuatro hierbas que podían rastrojar. Daba pena ver a Perico piel y huesos nada más,  y me carcomía  el alma  ver tan flaco al animal.


¡Eran las fiestas del pueblo!  Al Santo Cristo de la Luz con ellas querían honrar.

El señor alcalde trajo un circo para entretener al personal. El circo traía un remolque con una jaula detrás y en la jaula dos leones que un domador hacía saltar.





A las cinco de la tarde, voces sonaron en el portal, era Jacinto el pregonero que decía este cantar. 


…Los directores del circo, tienen a bien comunicar, que para dar de comer a los leones necesitan un animal, por el pagarán 100 pesetas esté vivo o en canal….

Y yo, Antoñico, pensé en el Perico, y me fui para el corral le dije lo que pensaba y le acaricie el costillar, el me miro con sus ojos como queriendo aceptar,  se sacudía las moscas dientes y pellejo no había más. Así que se

lo llevaron y yo me fui a descansar, no sin antes despedirme dándole de nuevo unas palmadas.

A las ocho de la mañana, ya pasa la madrugada, oigo que gritan mi nombre desde el fondo del portal. ¡Señor Juan, Señor Juan! 


¿Quién me llama conteste al oírles gritar? ¡Aquí le dejamos el burro, vaya fiera de animal!

Se a comió un león entero, y del otro a dejado la mitad.

Y yo cogí al Perico y me lo lleve al corral, sabía de su baila, de lo que era capaz, le puse un buen cubo de agua para ayudarle a bajar el león y medio que se había zampado no se le fuera a indigestar.  



¡Por eso Antoñico hijo! De esta historia aprenderás, que el hambre es muy mala, y con esta historia se viene a demostrar que da más fuerza, ser noble y tener hambre, que ser presumido y holgazán

                                      

                                                  fin


  Antonio Villegas Martín





   





   

   



  




 

   


2 comentarios:

  1. Me encantan los cuentos de abuelos a nietos que siempre acaban en enseñanzas.- Domingo Yélamos

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